Me desperté y comprobé por mi mismo mientras me trataba de estirar, que mi cama era mucho más pequeña e incomoda de lo normal. Se me hacía imposible seguir ignorando esa molesta voz femenina que no conseguía reconocer. Ante estos extraños sucesos decido sentarme en mi cama para contemplar mi cuerpo ya de avanzada edad en el gran espejo que se encontraba en frente de mi lujosa cama como todas las mañanas desde que vivía en mi soñada mansión.
Asustado, me di cuenta de que mi habitación había cambiado de forma radical y era mucho mas pequeña, humilde y fea. Ni si quiera se parecía a la lujosa habitación en la que concilelié sueño hacía escasas horas. Extrañado mire el espejo que se encontraba en frente de mi cama ya que era lo único que tenia en común con mi habitación. Al fijarme en el reflejo de este, me horroricé sin perder mi compostura, un verdadero caballero nunca la pierde. Me quedé atónito mirando el reflejo del cristal que mostraba a un adolescente que apenas parecía haber vivido más de 16 primaveras, y poco a poco, empecé a asimilar que yo me había convertido en ese joven mientras seguía escuchando esa molesta voz femenina proveniente de fuera de la habitación en la que me encontraba.
Después beber un trago de agua de una pequeña cantimplora que se encontraba a escasos centímetros de mí y aun recuperándome de el aturdimiento del despertar, empecé a entender lo que aquella voz me gritaba cada vez con mas exigencia: ¡Hijo, vamos, que vas a llegar tarde el primer día!
Aun habiendo escuchado esto, decidí volver a tumbarme en esa incomoda cama y reflexionar un par de minuto mas. Suponía que como siempre, se trataba del castigo que Dios me propiciaba antes de llegar a los 85 años como consecuencia de la maleducada, inmoral, y horrible pero millonaria y lujosa forma de vida que tantas veces he elegido y volveré a elegir. Tal vez esa sea la culpa de que tu yo nos encontremos en este humilde instituto sentados juntos en estos pintarrajeados pupitres.
No me gustó mucho asimilar que ya había perdido todos mis bienes lujosos como mansiones, coches superdeportivos, hoteles... que había conseguido con tanto esfuerzo durante mas de 60 años de vida. Pero esto no me preocupó en absoluto. Se que lo volveré a conseguir como de costumbre. No sería la primera ni la ultima vez.
Después de estos dos minutos decidí hacerle caso a la paciente pero exigente voz de mi madre, si es que acaso lo era. Me preparé con decepción al ver la ropa que había en mi armario y escogí lo que mas me gustó, o lo que menos me disgustó, mejor dicho. Y...bueno pues aquí me encuentro, a tu lado, pero dejemos de hablar de mi.
Ahora no me mires así y responde, ¿Tu como te llamas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario